En una época en la que se produce un cuasi-forzado intercambio de regalos, de una manera prácticamente automática, parece que muchos de esos trueques ya carecen de emoción y de sentido.
La diferencia la marca el cariño, el corazón que se pone en la acción. De ahí, que algo que carece de valor económico pueda llegar a ser el mejor regalo que recibimos, el que más nos llena, el que nos arranque una gran sonrisa y nos ilusione de manera indescriptible. Porque éstos son los que, igualmente, ilusionan al que los hace. No hace falta pensar mucho, la idea surge de manera espontánea y, sin más, sabes que será una gran idea. Y decides hacerle caso al corazón. Porque como anteriormente comentamos, lo que sale de un corazón, sean palabras o actos, a otro corazón llega. Sin razones de por medio. Sin fechas establecidas. Sin obligación debidas. Sin querer nada a cambio. Sin esperar nada de vuelta. Simplemente porque apetece. Sentir que el regalo que recibes surgió de una manera espontánea y sincera; una manera de decir “me acordé de ti al verlo”, pero sin la necesidad de que haya palabras de por medio.
Porque se trata de hablar otro lenguaje. El lenguaje de los sentimientos. Moverse en otro plano, en el que el valor material no importa. Sólo vemos, sólo sentimos el cariño, respeto, admiración, que movió a hacer ese presente.ar otro lenguaje. El
Autora: Gema Zunzunegui Lamas