Cómo vestirse para una primera cita

Respondiendo a algunos correos recibidos en los que se nos preguntaba sobre la forma más correcta de vestir en una primera cita hemos de decir que es difícil responder a esta pregunta. Las normas de etiqueta en protocolo oficial, militar, deportivo, religioso y social son muy claras, el problema surge en relaciones sociales mucho más íntimas y al margen de un evento multitudinario, como es el caso que nos ocupa.

Repetimos la pregunta ¿cómo debemos vestirnos para una primera cita? Y la respuesta es… DEPENDE. Sí, depende de la época del año, del momento del día, depende de dónde nos encontremos: si en una ciudad, en un pueblo tranquilo, en la costa, en la playa, en el interior… Depende también de nuestro propio estilo (o «tribu urbana»): clásico, gótico, pijo, conservador, moderno hippie…También depende de nuestra edad. No podemos decir que sea exigible el ir de chaqueta, como tampoco que deba acudirse con un pantalón corto, si son exigibles las medias o no, ¿vaqueros sí o no?… Os recomendamos ir cómodos y fieles a vuestro propio estilo, eso sí, evitando las estridencias (incluso dentro de cada «tribu urbana» existen estridencias), al menos en el primer encuentro. Eso sí, nos fijaremos bien en no tener la ropa estropeada, descosida, demasiado vieja o manchada.

Lo importante en una primera cita es que dos personas se conozcan, no ir con un disfraz con el que no nos sentimos a gusto y que no nos identifica. La coherencia es importante. A modo extremista y gráfico diremos que no es correcto llevar un frac a una playa a plena luz del día ni a una fiesta de gala nocturna llevar chanclas (salvo que asistamos a algún tipo de acto en el que se nos indique la etiqueta a llevar).

En donde sí existe una norma es la utilización de perfumes. Las normas de buena educación exigen que no nos echemos demasiada cantidad de nuestro prefume, puesto que hay personas sensibles a los olores que sufren molestos dolores de cabeza con esos excesos, por otro lado es considerada una descortesía e incluso como un gesto agresivo el hecho de echarse tanta cantidad de perfume que domine todo el escenario, anulando e impregnado el resto de olores y aromas. De todas formas, esto no debe de ser motivo para evitar la utilización de perfumes fuertes, pero siempre con moderación.